junio 12, 2022
Agencias
En un taller con una vista impresionante sobre las montañas del sureste de Brasil, el carpintero autodidacta Luiz Roberto Francisco talla un pedazo de pino, convirtiéndolo en un objeto raro en el país sudamericano: un bate de críquet.
Francisco, de 63 años, es el orgulloso propietario de la primera fábrica de bates de críquet de Brasil, con sede en la pequeña ciudad de Poços de Caldas, en el estado de Minas Gerais.
No por casualidad, la ciudad es también sede de Cricket Brasil, organización encabezada por el exjugador inglés Matt Featherstone, que se ha fijado la ambiciosa meta de conseguir que 30.000 brasileños practiquen en los próximos tres años el deporte que ama.
Por ahora son 5.000, formados principalmente en los programas juveniles de la organización, que permitió además la formación de un equipo nacional femenino.
Pero todo eso se detuvo cuando llegó la pandemia de coronavirus, dejando a quienes difundían el ‘evangelio’ del críquet sin un elemento fundamental: los bates.
Intervino Francisco, un electricista jubilado de la planta local de aluminio, conocido en Poços de Caldas como un hábil manitas e ingenioso solucionador de problemas.
Featherstone lo buscó.
“Me dijo que necesitaba a alguien para hacer bates de críquet y me preguntó: ‘¿Estás preparado para el desafío?'”, dice Francisco. “Le dije: ‘¡Acepto!'”