Donald Trump se convertirá en el primer presidente en ejercicio en asistir al Super Bowl, la final de la NFL que se celebrará el domingo. Su presencia no solo resalta su afición por el fútbol americano, sino que también se percibe como un movimiento político en su intento de reconectar con el mundo del deporte, un ámbito que le ha sido esquivo en el pasado.

“Aunque vaya porque le encanta el fútbol, es un gesto político porque, como presidente de Estados Unidos, todo lo que hace es político”, señala Amy Bass, profesora de estudios deportivos en la Universidad de Manhattanville.

Trump, conocido por su pasión por los deportes y su breve incursión como propietario de un equipo de fútbol americano en los años 80, recibió una fría acogida del sector durante su primer mandato. Algunos equipos campeones, como los Philadelphia Eagles tras su victoria en el Super Bowl de 2017, optaron por no visitar la Casa Blanca en señal de rechazo a sus políticas.