Cada año, las olas de Playa Hermosa, ubicada en el Pacífico de Costa Rica, atraen a miles de turistas, especialmente a los amantes del surf, un deporte que se ha convertido en parte de la identidad local. Este rincón costarricense es considerado una de las 13 Reservas Mundiales de Surf en el mundo, y aquí, el surf se vive casi desde el momento en que nacen los habitantes de la zona.

Un ejemplo de ello es Marco Menéndez, un niño de solo 10 años que asiste al Surf Dojo, una escuela de surf sin fines de lucro. En este lugar, los niños no solo aprenden a surfear, sino que también se enseñan técnicas de respiración, natación, y ejercicios de equilibrio mediante un pequeño parque de patineta, el cual les permite pulir maniobras que más tarde podrán aplicar en el mar. “Desde los 7 meses, con mi papá, ya estaba parado en una tabla. Me gusta la pasión del surf, los amigos que hago. Me gustaría llegar a la World Surf League”, expresó el joven talento.

Playa Hermosa, conocida por ser el Estadio Nacional del Surf de Costa Rica, tiene un total de 8 kilómetros de playa, lo que permite ver tanto a surfistas profesionales como a turistas entrenando para sus competencias. En este lugar, niños y adultos conviven entre olas, buscando perfeccionar su habilidad y disfrutar de la cultura del surf que predomina en la región.

En 2020, Playa Hermosa fue reconocida como Reserva Mundial de Surf por la Coalición Salvemos las Olas (Save the Waves). Este programa tiene como objetivo involucrar a las comunidades locales, al comercio y a las autoridades estatales en la protección ambiental de las olas, asegurando que la calidad del deporte y la biodiversidad local se mantengan intactas para las futuras generaciones de surfistas.